Inglorious Basterds (2009)

Bastardos sin gloria
Dirección: Quentin Tarantino
por Gad

De Hitler se dijo que tenía una mala asesoría estética, que quería demasiado a sus perros, que era gay, que el suicidio fue una farsa, que sufrió quemaduras de tercer grado tomando margaritas en Hawaii y hasta que habría que clonarlo para poder ajusticiarlo finalmente. Del régimen nazi en general, tantísimas cosas más. En Inglorious Basterds, Tarantino añade imágenes a la historia y se da el gusto de explorar una muerte alternativa y algunas características del régimen y su Führer llevándolas hasta el absurdo. Un grupo de héroes duros, una fémina sedienta de venganza, un tirano que es un villano ridículo de película y un villano de película que es ridículamente genial se unen a un coro de otros tantos caracteres pintorescos en la mezcla de violencia, romance, pantomimas y alguna que otra puesta en abismo de la película en la que son las películas las que matan al gran dictador y sus amigos. Como todo film de Tarantino, no faltan los disparos, la sangre y la ironía. Viene con explosión incluida. Consumir con salchichas alemanas con chucrut y una Coke bien fría.

Help! (1965)

Help!
Dirección: Richard Lester
por Gad

¿Cómo se hace para incluir en una misma película a una banda famosa, una secta rara, un científico loco, una batalla campal, el Scotland Yard, Paul McCartney diminuto y desnudo y el Palacio de Buckingham –por sólo mencionar algunos ejemplos? En Help!, Richard Lester y los cinco de Liverpool se van de viaje para responder a la pregunta, cuando a Ringo le regalan un anillo horrible que resulta ser la pieza clave de un ritual sacrificial y por eso lo persiguen para matarlo. Con graves reflexiones sobre la incomprensión de los pares, las diferencias culturales, el papel de las instituciones y las conveniencias de tocar el piano en medio de la nieve, Help! se convierte en un testimonio sobre la dura vida de un músico, y en la demostración de que Harrison, en cuestión de vestimenta, fue el predecesor de Willy Wonka.
Para ver una tarde de miércoles luego de 6 horas de Literatura Alemana, con compañía ligera y sopa inglesa.

The Imaginarium of Doctor Parnassus (2009)

El imaginario mundo del Doctor Parnassus
Director: Terry Gilliam
por Gad

Éxito raro entre literatos poco amargados, los críticos snob y la gente copada por igual, tras ver la última de Gilliam los comentarios de la audiencia fueron variados. Un entusiasta dijo acertadamente “¡es linda, con todas las letras!”, otro destacó la actuación de un Tom Waits diablesco, pulcro, viejo y poco ronco, alguien siguió preguntándose si Tony el dandy era Ledger, Deep, Law, Farrel (fue los cuatro) u Orlando Bloom, y no faltó quien se quejara de que Valentina (Lily Cole) insinuara mucho y mostrara poco (Bataille, chocho). A todo esto, la película no se hace la petulante y nos lleva sólo hasta más acá de la eterna aunque algo olvidada imaginación, pero con estilo: al igual que aquellos que en la película se animaban a imaginar, e inventar con ello un mundo propio, los espectadores tienen en The Imaginarium of Doctor Parnassus un papel activo en la creación del sentido de esta película en la que alegorías, insinuaciones, vastedad, multiplicidad, autorreflexión, juego y, para colmo, una estética cuidada y bella, quedan con sencillez y claridad a disposición de las lecturas de una audiencia que, si quiere simplemente permanecer en el nivel denotativo, no se enfrenta por eso a un bodoque fatuo, críptico e intragable. ¿No quedaste convencido? ¡Ey, esta película se enfrentó a la muerte del cowboy gay y sobrevivió al intento!
Para ver cualquier día de la semana, en wide screen, con dulces o sin acompañamiento.

Una lectura de "Synecdoche, New York"

El (desmontaje del) "Yo" en la postmodernidad: una lectura de "Synecdoche, New York"

[Publicado en la revista Gato Blanco N°1 Agosto de 2010]

Que el "yo" no es algo fijo, ni único, ni cerrado, ni mucho menos identificable con alguna esencia recóndita que caracteriza al hombre, es una idea que tuvo circulación en el siglo XX, sobre todo en la segunda mitad, y que parece ser moneda de cambio corriente, al menos en algunos ámbitos, en estos primeros años del siglo XXI. No sólo está detrás de esta afirmación el psicoanálisis con sus grandes figuras (Freud, por aparición cronológica, a la cabeza[1]); contribuyen también Nietzsche, el existencialismo, Foucault y una larga lista de pensadores postmodernos. Synecdoche, New York, película dirigida por Charlie Kaufman, retoma este tema, que había sido previamente tratado en las películas Being John Malkovich y Adaptation, guionadas por el mismo escritor y director norteamericano, y lo lleva a sus posibles extremos a partir de un juego de dobles e indicios múltiples que convierten a la figura del protagonista, Caden Cotard, en un algo variable, impreciso y poco delimitado que fluctúa y se disemina en su intento de demarcarse, encontrar su identidad y alcanzar, literalmente, su "verdadero ser", ese imposible.


El camino de derrumbamiento del "yo", en Synecdoche, New York, se expone principalmente a partir de la experiencia teatral, que paradójicamente, es iniciada por el protagonista, Caden Cotard, como un medio de buscar su verdadero ser y exponer la vida con honestidad "brutal"[2]. Tras una existencia marcada por los miedos a la muerte y a la decepción, somatizados en desarreglos a nivel orgánico que comprometían especialmente las funciones vinculadas con lo sensible, y expresados además en el abandono consentido tras fracasos amorosos, Caden Cotard reduplica su vida con el fin de conocerse principalmente a partir de dos personajes: Sammy, que carece de apellido y muere antes de terminar la película, y Millicent Weems, que pasa de ser un personaje menor a desplazar a Cotard en sus funciones.
Sammy aparece en la película en una función activa y principal, como doppelgänger o doble de Caden Cotard, cuando este último ya lleva diecisiete años de trabajo en un proyecto sin nombre ni dirección específica. Durante las audiencias para encontrar a quien se ocupará de representarlo en la obra que pretende ser mímesis exacta de su vida, Cotard llega ante Sammy, que sin currículum ni foto, dice haber seguido al protagonista durante veinte años, y conocer de Caden incluso lo que él mismo desconoce. Esta es la primera vez que Caden se encuentra con Sammy, pero no es, dentro de la película, la primera vez que Sammy aparece. Ya anteriormente, el mismo personaje, con la misma edad (Sammy no envejece a lo largo de Synecdoche, New York, a diferencia de lo que ocurre con Caden, Hazel y Olive), se había presentado ante el espectador: en el momento pretérito en que Caden Cotard revisó el correo al principio de la película, y en el momento íntimo de su reconciliación con su segunda esposa, Claire.
Tal como prometió en el momento de su encuentro con Caden, Sammy demuestra tener un conocimiento exhaustivo de temas íntimos de Cotard, incluso de aquellos que no podría conocer ni aún con una observación obsesiva y precisa a lo largo de los años. Podría pensarse, a raíz de esto y de su extraña presencia en el momento de la reconciliación entre Caden y Claire, que esto se debe a que Sammy no es, en la película, más que un desdoblamiento realizado inconscientemente por Caden Cotard: es real, dentro de la realidad construida por el protagonista (lo mismo que son reales, dentro de esa realidad, la casa eternamente incendiada de Hazel, o la aparición de Caden en dibujos animados televisivos o en propagandas callejeras), pero existe sólo en tanto Caden necesita de su existencia. Su aparición es tan oportuna y útil como la del premio MacArthur: Sammy, aquel que, con su seguimiento y observación, da importancia y sentido a veinte años de la vida de Caden Cotard, es quien que le otorga la posibilidad de recuperar, aunque sea indirectamente, a Adele y a Olive, su primera familia, y es, además, el que logra canalizar los deseos de Caden de aproximarse a Hazel, quien fuera su amante. Sammy es, en definitiva, quien logra dar a Caden cierto sentido o direccionalidad, a partir de la construcción de un aspecto que en Cotard figuraba de manera potencial, no materializada.
El primer objetivo, la recuperación indirecta de su familia, se cumple cuando Sammy le facilita al director la información sobre el departamento de Adele, con la excusa de que quiere "investigar sobre el papel" y ver cómo Caden "se pierde aún más"[3]. Por otra parte, Caden logra de manera no consciente el segundo objetivo, el acercamiento a Hazel, porque su doppelgänger se transforma en la herramienta mediante la cual termina de distanciarse de su segunda esposa, Claire, que durante la película se presenta como un remedo insuficiente ante el abandono, una copia de lo perdido[4], y porque, además, Sammy conquista a Hazel (subvirtiendo las jerarquías existentes entre el ámbito "real" y el "ficcional"), impulsa a Caden a canalizar sus deseos mediante una primera aproximación a Hazel en el ámbito de la ficción (Caden interactúa con Tammy, quien actúa de Hazel en la obra teatral), y al fin, es el motivo por el cual Caden y Hazel finalmente dialogan y resuelven sus conflictos amorosos. Cuando esto pasa, Sammy desaparece de la obra teatral: se suicida, y este suicidio, que contradice la realidad que Caden Cotard pretende representar en su obra mimética, también resulta, de alguna manera, oportuno: Sammy, personaje presuntamente ficcional, ya no tenía algo que ofrecer a Caden, sino que se había construido independientemente, como una ficción que cobra peso, deja de ser copia, y se materializa, finalmente libre de su sujeción al modelo, y cuestionando la legitimidad de ese modelo que le dio origen, la supuesta subordinación y dependencia del mismo.
Millicent Weels es la otra figura que reduplica a Caden Cotard que tiene importancia dentro de Synecdoche, New York. A diferencia de Sammy, su rol comienza siendo menor, pero termina siendo acaso de mayor importancia que el de Cotard, al punto de desplazarlo de sus funciones y crear, con sus interpretaciones, una visión de la vida completamente distinta. Asimismo, a diferencia de Sammy, Millicent no es una cristalización de los deseos latentes y no manifiestos de Caden, sino una exploración de posibilidades no investigadas y la desarticulación de la unidad personal.
Millicent aparece, en el marco de la obra llevada a cabo por Caden, como la figura que se va a ocupar de representar a Ellen, la señora que tenía la función de cuidar el departamento de Adele en Nueva York. Es decir, aparece para representar a Cotard, dado que Ellen no es, dentro de la película, más que un nombre y una cara pintada en un cuadro de Adele; y es Caden quien se ocupa de limpiar el departamento de Adele, cuando recibe la información de su ubicación gracias a Sammy. Millicent es elegida por ser igual a Ellen, y permanece relativamente apartada de la acción hasta el momento en que mueren Sammy y, posteriormente, Hazel, y Caden considera haber descubierto la dirección final para su obra de teatro. Ante la ausencia de alguien que interprete a Caden en la obra, Millicent asume el papel, tras exponer su peculiar manera de interpretar la vida del director. Pero su accionar no es mera mímesis; al igual que Sammy, Millicent/Caden no fija un "ser" de Cotard, sino que lo desperdiga; Millicent/Caden re-presenta y re-crea los hechos, modificándolos en el proceso: re-interpreta a Cotard y transforma su mundo, explorando nuevas direcciones y posibilidades, que incluso son consideradas, por algunos, más "verdaderas" o "relevantes" que la vida que Caden pretendía presentar en su obra. Así, cuando el protagonista se descubre incapaz de dar un desarrollo y un cierre a la obra, que insiste en diseminarse, y dice no tener más ideas, Millicent toma su papel como directora de la obra, y asume el dominio del mundo ficcional que ha crecido hasta alcanzar el tamaño de la ciudad a la que copiaba.[5] Caden, en cambio, queda relegado al papel de Ellen, y se convierte en un personaje menor dentro de la obra que protagonizaba. Pero al final, distinguir entre Millicent, Ellen y Caden ya se vuelve imposible: los datos proporcionados por Olive mientras agonizaba, datos presuntamente ficcionales que hablaban de una relación homosexual de su padre con un hombre, Eric, son datos que coinciden con la vida que está llevando Millicent en su rol de directora; Millicent, a su vez, tiene los mismos rasgos que Ellen; Ellen, que sólo existe positivamente dentro de la obra teatral, es Caden haciendo de Ellen; y Caden fue Ellen, con su afán de limpieza, gran parte de su vida. Millicent, Ellen, Caden se desdibujan y conforman un uno múltiple y mutable; el que creía ser simplemente "Caden Cotard" se hace amplio, recluido en la reconstrucción del departamento de Adele que es el departamento de Adele, y descubre, mientras camina sobre las ruinas de su ciudad (la ciudad que se levantó en revuelta), a través de las palabras de su doppelgänger (que es y no es él mismo), la imposibilidad de "el verdadero ser" que había estado buscando:


Lo que antes era un apasionante, misterioso futuro, ahora está detrás de ti. Vivido, entendido, decepcionante. Te das cuenta de que no sos especial. Entraste forcejeando en la existencia, y ahora estás saliendo silenciosamente de la misma. Esta es la experiencia de todos. Cada uno. Lo específico difícilmente importa. Así que sos Adele, Hazel, Claire, Olive. Sos Ellen. Toda su precaria existencia es tuya, su soledad, su cabello pajoso y gris, sus manos ásperas y rojas. Son tuyas. Es tiempo de que lo entiendas. Caminá. Mientras las personas que te adoraban dejan de adorarte; mientras mueren, mientras siguen adelante; mientras perdés tu belleza, tu juventud, mientras el mundo te olvida, mientras comprendés tu fugacidad, mientras comenzás a perder tus características una por una; mientras comprendés que no hay nadie mirando y nunca hubo, sólo pensás en conducir – no viniendo de ningún lugar, no llegando a ningún lugar.[6]

Al final de la película, de su obra, de su vida, el protagonista, guiado por la voz de Millicent, ya incorpórea, sólo una voz en su oído que tiene trazas de autoconciencia, asiste al desmoronamiento del que fue su mundo, del que creyó su ser. Y es sólo entonces, ya deconstruido, cuando reemprende una vez más el intento de dar nombre a su creación, de intentar definir, cristalizar, brindar sentido. Pero muere. Y al contrario de lo que sostuvo en algún momento de la película, la obra, al final, no lo sobrevive: dispersos sus actores, dispersos sus seres presuntamente ficcionales tras la rebelión independizante que, suponemos, ocurrió en el teatro/ciudad, sin título y abierta en su enfoque (como su autor, el que al final perdió su autoridad y su nombre), con el que fuera Caden Cotard, la obra y el mundo desaparecen después del "muere" de la voz en el oído, se esfuman en la pantalla en blanco y clausuran el mundo de posibilidades experimentables a las 7:45[7], cuando se detiene, fijo para siempre, el reloj en la pared.


por Gad, 2009-2010



Notas:
[1] Podría cuestionarse, sin embargo, en qué medida Freud no demuele la creencia en un "yo" racional rígido para caer en una visión estructuralmente rígida del inconsciente.
[2] De hecho, la obra será, durante la película, la manera en la cual Caden Cotard intentará entender y dar sentido a su vida, y al final de la película, con el desdibujamiento de los límites entre la realidad y la ficción, pasará, literalmente, a ser su vida.
[3] Caden, efectivamente, se perderá aún más, pero las consecuencias de sus visitas al departamento de Adele, y de su contacto con Olive, adquirirán pertinencia especialmente con la performance de Millicent Weels como doppelgänger.
[4] La familia que Caden construye con Claire es una duplicación de la que tenía con Adele (siendo Ariel, "la otra hija" producto de este segundo matrimonio, una copia casi idéntica de Olive). Asimismo, Claire pasa a formar parte de la vida sentimental de Caden como reemplazo de Hazel, ante la imposibilidad de poseerla.
[5] Intertextualidad, u homenaje, más que evidente con y a "El rigor de la ciencia", de Borges.
[6] Kaufman, Charlie, Synecdoche New York. Las cursivas son mías.
[7] La misma hora en que comienza la película.