The Limits of Control (2009)

The Limits of Control
Dirección: Jim Jarmusch
por Martín Chiavarino

La última de Jim Jarmush, que llevó a muchos a los límites del autocontrol, es un juego intelectual que parte de un ensayo de William Burroughs y se embarca en un viaje de referencias al cine policial a partir de la construcción de un asesino de corte oriental adicto al Tai Chi cuyo código profesional le prohíbe involucrarse sentimentalmente durante el trabajo. Isaach De Bankolé, uno de los favoritos de Jarmush, interpreta a este asesino secreto de gran presencia, llamativos trajes y pocas palabras. Con una misteriosa misión existencialista de por medio, se pasea por las calles y los museos de Madrid, Sevilla y Almería en una especie de antitour mientras se encuentra con personajes estrafalarios en los bares españoles e intercambia con ellos cajas de cerillas con mensajes cifrados numericamente. 
Ambiciosa, analítica e introspectiva, incluso molesta. Para compartir una sopa de gazpacho o incomodarse solo con un café que se enfría a medida que el ritmo de la película envuelve o expulsa la concentración.

Mary and Max (2009)

Mary and Max
Dirección: Adam Elliot
por Gad

Mary and Max, el stop-motion de la correspondencia de años de un viejo gordo newyorkino lleno de psicopatologías y una en-principio-niña de Australia que se siente fea y quiere saber de dónde salen los bebés en EEUU (¿de latas de gaseosas?). El usual proceso de encanto, idealización, conflictos y aceptación del otro y restauración en algo así como las relaciones actuales, pero con la vieja tecnología del papel y sin Skype ni MSN de por medio. Ironía, humor negro, obsesividad, literalidad (¡spoiler! la escena de la silla es genial), mimos muertos y suicidios estrambóticos de peces; grandes depresiones, abandono de menores, soledad, autismo y un final agridulce que algunos podrían considerar terroríficamente similar a Retratos de una obsesión hacen que toda la gente que ve Mary and Max diga "re linda esta película", y otros pocos afirmen que los bajoneó horrendamente superando por completo sus expectativas (para bien).
Para ver con latas de leche condensada y panchos de chocolate, o la versión gourmet de café Havanna (café con leche condensada en el fondo) y alfajores chocolatosos. O ejerzan su imaginación gastronómica en el área de lo dulce, qué tanto.

El planeta salvaje (1973)

La Planète Sauvage
Dirección: René Laloux
por Gad

La historia de la lucha por la supervivencia de los hombres como ratas (Oms) en el extraño planeta de los gigantes Draags, y de cómo al final podrían terminar destruidos ambos grupos socioculturales, económicos, biológicos, etc, viene también con competencia tecnológica, referencias a Los viajes de Gulliver, reflexiones críticas sobre la hegemonía y la fragilidad humanas, experimentaciones alteradas del tiempo y la unión new age de pathos y logos en extraños rituales de apareamiento meditados.
Ampliamente aplaudida por fanáticos de Ray Bradbury y asociaciones defensoras de animales,  La Planète Sauvage es también la reflexión/representación francesa de plenos 70s de un mundo dividido en dos y las ¿pasadas? políticas de exterminio.
Ideal para acompañar con ensalada y agua, o con una picada, cordero, brotes de soja y cortes de ballena por puro espíritu de contradicción.

Les aventures extraordinaires d'Adèle Blanc-Sec (2001)

Las extraordinarias aventuras de Adèle Blanc-Sec
Director: Luc Besson
por Juan Antonio Hidalgo

Luc Besson, director francés que nos dio joyas como 'Leon', aunque también hizo 'Juana de Arco' (con su entonces mujer Milla Jovovich), nos presenta esta adaptación de uno de sus cómics favoritos (creado por Jacques Tardi y del que se publicaron, desde 1976, nueve álbumes): las aventuras de la intrépida escritora Adèle Blanc-Sec, una jovencita aventurera y descocada, que lo mismo se disfraza mil veces para engañar y sacar a un amigo de la cárcel (en uno de los mejores gags de la peli), que se mete en un sarcófago sin sacar la momia que lo ocupa, y después se desnuda delante de ella (de la momia, quiero decir) con la intención de despertarla de su letargo de siglos.
Louise Bourgoin es la estrella absoluta de esta película (mucho más divertida e interesante de lo que a primera vista pueda parecer) con momias, pterodáctilos sobrevolando y aterrorizando París, policías feos y tontos, y una chica guapa (muy) lista que tratará de arreglarlo todo. Lo mejor es el final, en el que  a ella sólo le importa que se arregle 'lo suyo'... los graves problemas creados por el camino (y que quedan sin solucionarse) le traen sin cuidado.
Para verla en cualquier momento, siempre que se tengan ganas de entrar en el juego y reír un rato, acompañado (cómo no) de algo francés... un soufflé, par exemple.

The Fall (2006)

The Fall (El sueño de Alexandria)
Dirección: Tarsem Singh
por Gad

¿Cómo permanecer en un hospital de 1920 sin facebook, twitter, tele, sexo o narcóticos y no enloquecer de angustia?  The Fall da la solución. Empieza con un hombre tirándose al agua con su caballo desde un puente y termina con escenas de un montón de películas de Buster Keaton. En el medio, dos planos (el real, hospitalario, y el ficticio, que busca escapar al encierro), y al menos tres historias: la de Alexandria, pequeña magistrada en ruptura de huesos, consumo ilegal de hostias y  consecución de morfina; la de Roy, excelente ejemplo de los tópicos amorosos más comunes y de por qué no hay que pedirle ciertas cosas a los chicos; y la que construyen juntos: la del Bandido enmascarado, su hija y sus amigos, una aventura de raigambre maravillosa con la dosis exacta de intriga, acción, romance, peleas, asesinatos horrorosos y crueldad innecesaria que el Jefe de "El hombre que ríe" de Salinger aprobaría sin dudar.
Spike Jonze y David Fincher la presentaron, Propp la recomendó, y Todorov se la bajó de Taringa. Para ver engripado, adolorido, agonizante, y reírse y sufrir un poco entre las aspirinetas y las pastillas efervescentes de vitamina C.

Dr. Strangelove (1964)

Dr. Raroamor o: Cómo aprendí a dejar de preocuparme y amar la bomba
Dirección: Stanley Kubrick
por Martín

Nuestros fluidos, tan poco valorados, tan importantes para el libre desarrollo de una nación democrática. Dr. Strangelove, quizás la mejor, y seguramente de las mejores películas de Kubrick, destapa a manera de documental, con una narrativa sencilla y recursos precisos, aquel complot comunista que por los 60 buscaba apropiarse de los fluidos vitales de los justos y magnánimos estadounidenses. Peter Sellers interpreta tres papeles que son opacados por la excelente performance de su mano nazi, la cual se roba todas las escenas donde aparece. Delirio, bombas, cobalto enriquecido y música acorde, para cabalgar el Apocalipsis con una sonrisa en la cara.
Aviso: si tiene suerte será seleccionado para fecundar a diez bellas mujeres en el nuevo paraíso. Y si es mujer, no sea boba, ya puede empezar a hacerse los implantes para devenir en un espécimen más deseable.
Mirar mientras se toma agua de lluvia destilada. Trancar bien la puerta, no sea que lo interrumpa algún hombre lobo o vampiro comunista.

Inglorious Basterds (2009)

Bastardos sin gloria
Dirección: Quentin Tarantino
por Gad

De Hitler se dijo que tenía una mala asesoría estética, que quería demasiado a sus perros, que era gay, que el suicidio fue una farsa, que sufrió quemaduras de tercer grado tomando margaritas en Hawaii y hasta que habría que clonarlo para poder ajusticiarlo finalmente. Del régimen nazi en general, tantísimas cosas más. En Inglorious Basterds, Tarantino añade imágenes a la historia y se da el gusto de explorar una muerte alternativa y algunas características del régimen y su Führer llevándolas hasta el absurdo. Un grupo de héroes duros, una fémina sedienta de venganza, un tirano que es un villano ridículo de película y un villano de película que es ridículamente genial se unen a un coro de otros tantos caracteres pintorescos en la mezcla de violencia, romance, pantomimas y alguna que otra puesta en abismo de la película en la que son las películas las que matan al gran dictador y sus amigos. Como todo film de Tarantino, no faltan los disparos, la sangre y la ironía. Viene con explosión incluida. Consumir con salchichas alemanas con chucrut y una Coke bien fría.

Help! (1965)

Help!
Dirección: Richard Lester
por Gad

¿Cómo se hace para incluir en una misma película a una banda famosa, una secta rara, un científico loco, una batalla campal, el Scotland Yard, Paul McCartney diminuto y desnudo y el Palacio de Buckingham –por sólo mencionar algunos ejemplos? En Help!, Richard Lester y los cinco de Liverpool se van de viaje para responder a la pregunta, cuando a Ringo le regalan un anillo horrible que resulta ser la pieza clave de un ritual sacrificial y por eso lo persiguen para matarlo. Con graves reflexiones sobre la incomprensión de los pares, las diferencias culturales, el papel de las instituciones y las conveniencias de tocar el piano en medio de la nieve, Help! se convierte en un testimonio sobre la dura vida de un músico, y en la demostración de que Harrison, en cuestión de vestimenta, fue el predecesor de Willy Wonka.
Para ver una tarde de miércoles luego de 6 horas de Literatura Alemana, con compañía ligera y sopa inglesa.

The Imaginarium of Doctor Parnassus (2009)

El imaginario mundo del Doctor Parnassus
Director: Terry Gilliam
por Gad

Éxito raro entre literatos poco amargados, los críticos snob y la gente copada por igual, tras ver la última de Gilliam los comentarios de la audiencia fueron variados. Un entusiasta dijo acertadamente “¡es linda, con todas las letras!”, otro destacó la actuación de un Tom Waits diablesco, pulcro, viejo y poco ronco, alguien siguió preguntándose si Tony el dandy era Ledger, Deep, Law, Farrel (fue los cuatro) u Orlando Bloom, y no faltó quien se quejara de que Valentina (Lily Cole) insinuara mucho y mostrara poco (Bataille, chocho). A todo esto, la película no se hace la petulante y nos lleva sólo hasta más acá de la eterna aunque algo olvidada imaginación, pero con estilo: al igual que aquellos que en la película se animaban a imaginar, e inventar con ello un mundo propio, los espectadores tienen en The Imaginarium of Doctor Parnassus un papel activo en la creación del sentido de esta película en la que alegorías, insinuaciones, vastedad, multiplicidad, autorreflexión, juego y, para colmo, una estética cuidada y bella, quedan con sencillez y claridad a disposición de las lecturas de una audiencia que, si quiere simplemente permanecer en el nivel denotativo, no se enfrenta por eso a un bodoque fatuo, críptico e intragable. ¿No quedaste convencido? ¡Ey, esta película se enfrentó a la muerte del cowboy gay y sobrevivió al intento!
Para ver cualquier día de la semana, en wide screen, con dulces o sin acompañamiento.

Una lectura de "Synecdoche, New York"

El (desmontaje del) "Yo" en la postmodernidad: una lectura de "Synecdoche, New York"

[Publicado en la revista Gato Blanco N°1 Agosto de 2010]

Que el "yo" no es algo fijo, ni único, ni cerrado, ni mucho menos identificable con alguna esencia recóndita que caracteriza al hombre, es una idea que tuvo circulación en el siglo XX, sobre todo en la segunda mitad, y que parece ser moneda de cambio corriente, al menos en algunos ámbitos, en estos primeros años del siglo XXI. No sólo está detrás de esta afirmación el psicoanálisis con sus grandes figuras (Freud, por aparición cronológica, a la cabeza[1]); contribuyen también Nietzsche, el existencialismo, Foucault y una larga lista de pensadores postmodernos. Synecdoche, New York, película dirigida por Charlie Kaufman, retoma este tema, que había sido previamente tratado en las películas Being John Malkovich y Adaptation, guionadas por el mismo escritor y director norteamericano, y lo lleva a sus posibles extremos a partir de un juego de dobles e indicios múltiples que convierten a la figura del protagonista, Caden Cotard, en un algo variable, impreciso y poco delimitado que fluctúa y se disemina en su intento de demarcarse, encontrar su identidad y alcanzar, literalmente, su "verdadero ser", ese imposible.


El camino de derrumbamiento del "yo", en Synecdoche, New York, se expone principalmente a partir de la experiencia teatral, que paradójicamente, es iniciada por el protagonista, Caden Cotard, como un medio de buscar su verdadero ser y exponer la vida con honestidad "brutal"[2]. Tras una existencia marcada por los miedos a la muerte y a la decepción, somatizados en desarreglos a nivel orgánico que comprometían especialmente las funciones vinculadas con lo sensible, y expresados además en el abandono consentido tras fracasos amorosos, Caden Cotard reduplica su vida con el fin de conocerse principalmente a partir de dos personajes: Sammy, que carece de apellido y muere antes de terminar la película, y Millicent Weems, que pasa de ser un personaje menor a desplazar a Cotard en sus funciones.
Sammy aparece en la película en una función activa y principal, como doppelgänger o doble de Caden Cotard, cuando este último ya lleva diecisiete años de trabajo en un proyecto sin nombre ni dirección específica. Durante las audiencias para encontrar a quien se ocupará de representarlo en la obra que pretende ser mímesis exacta de su vida, Cotard llega ante Sammy, que sin currículum ni foto, dice haber seguido al protagonista durante veinte años, y conocer de Caden incluso lo que él mismo desconoce. Esta es la primera vez que Caden se encuentra con Sammy, pero no es, dentro de la película, la primera vez que Sammy aparece. Ya anteriormente, el mismo personaje, con la misma edad (Sammy no envejece a lo largo de Synecdoche, New York, a diferencia de lo que ocurre con Caden, Hazel y Olive), se había presentado ante el espectador: en el momento pretérito en que Caden Cotard revisó el correo al principio de la película, y en el momento íntimo de su reconciliación con su segunda esposa, Claire.
Tal como prometió en el momento de su encuentro con Caden, Sammy demuestra tener un conocimiento exhaustivo de temas íntimos de Cotard, incluso de aquellos que no podría conocer ni aún con una observación obsesiva y precisa a lo largo de los años. Podría pensarse, a raíz de esto y de su extraña presencia en el momento de la reconciliación entre Caden y Claire, que esto se debe a que Sammy no es, en la película, más que un desdoblamiento realizado inconscientemente por Caden Cotard: es real, dentro de la realidad construida por el protagonista (lo mismo que son reales, dentro de esa realidad, la casa eternamente incendiada de Hazel, o la aparición de Caden en dibujos animados televisivos o en propagandas callejeras), pero existe sólo en tanto Caden necesita de su existencia. Su aparición es tan oportuna y útil como la del premio MacArthur: Sammy, aquel que, con su seguimiento y observación, da importancia y sentido a veinte años de la vida de Caden Cotard, es quien que le otorga la posibilidad de recuperar, aunque sea indirectamente, a Adele y a Olive, su primera familia, y es, además, el que logra canalizar los deseos de Caden de aproximarse a Hazel, quien fuera su amante. Sammy es, en definitiva, quien logra dar a Caden cierto sentido o direccionalidad, a partir de la construcción de un aspecto que en Cotard figuraba de manera potencial, no materializada.
El primer objetivo, la recuperación indirecta de su familia, se cumple cuando Sammy le facilita al director la información sobre el departamento de Adele, con la excusa de que quiere "investigar sobre el papel" y ver cómo Caden "se pierde aún más"[3]. Por otra parte, Caden logra de manera no consciente el segundo objetivo, el acercamiento a Hazel, porque su doppelgänger se transforma en la herramienta mediante la cual termina de distanciarse de su segunda esposa, Claire, que durante la película se presenta como un remedo insuficiente ante el abandono, una copia de lo perdido[4], y porque, además, Sammy conquista a Hazel (subvirtiendo las jerarquías existentes entre el ámbito "real" y el "ficcional"), impulsa a Caden a canalizar sus deseos mediante una primera aproximación a Hazel en el ámbito de la ficción (Caden interactúa con Tammy, quien actúa de Hazel en la obra teatral), y al fin, es el motivo por el cual Caden y Hazel finalmente dialogan y resuelven sus conflictos amorosos. Cuando esto pasa, Sammy desaparece de la obra teatral: se suicida, y este suicidio, que contradice la realidad que Caden Cotard pretende representar en su obra mimética, también resulta, de alguna manera, oportuno: Sammy, personaje presuntamente ficcional, ya no tenía algo que ofrecer a Caden, sino que se había construido independientemente, como una ficción que cobra peso, deja de ser copia, y se materializa, finalmente libre de su sujeción al modelo, y cuestionando la legitimidad de ese modelo que le dio origen, la supuesta subordinación y dependencia del mismo.
Millicent Weels es la otra figura que reduplica a Caden Cotard que tiene importancia dentro de Synecdoche, New York. A diferencia de Sammy, su rol comienza siendo menor, pero termina siendo acaso de mayor importancia que el de Cotard, al punto de desplazarlo de sus funciones y crear, con sus interpretaciones, una visión de la vida completamente distinta. Asimismo, a diferencia de Sammy, Millicent no es una cristalización de los deseos latentes y no manifiestos de Caden, sino una exploración de posibilidades no investigadas y la desarticulación de la unidad personal.
Millicent aparece, en el marco de la obra llevada a cabo por Caden, como la figura que se va a ocupar de representar a Ellen, la señora que tenía la función de cuidar el departamento de Adele en Nueva York. Es decir, aparece para representar a Cotard, dado que Ellen no es, dentro de la película, más que un nombre y una cara pintada en un cuadro de Adele; y es Caden quien se ocupa de limpiar el departamento de Adele, cuando recibe la información de su ubicación gracias a Sammy. Millicent es elegida por ser igual a Ellen, y permanece relativamente apartada de la acción hasta el momento en que mueren Sammy y, posteriormente, Hazel, y Caden considera haber descubierto la dirección final para su obra de teatro. Ante la ausencia de alguien que interprete a Caden en la obra, Millicent asume el papel, tras exponer su peculiar manera de interpretar la vida del director. Pero su accionar no es mera mímesis; al igual que Sammy, Millicent/Caden no fija un "ser" de Cotard, sino que lo desperdiga; Millicent/Caden re-presenta y re-crea los hechos, modificándolos en el proceso: re-interpreta a Cotard y transforma su mundo, explorando nuevas direcciones y posibilidades, que incluso son consideradas, por algunos, más "verdaderas" o "relevantes" que la vida que Caden pretendía presentar en su obra. Así, cuando el protagonista se descubre incapaz de dar un desarrollo y un cierre a la obra, que insiste en diseminarse, y dice no tener más ideas, Millicent toma su papel como directora de la obra, y asume el dominio del mundo ficcional que ha crecido hasta alcanzar el tamaño de la ciudad a la que copiaba.[5] Caden, en cambio, queda relegado al papel de Ellen, y se convierte en un personaje menor dentro de la obra que protagonizaba. Pero al final, distinguir entre Millicent, Ellen y Caden ya se vuelve imposible: los datos proporcionados por Olive mientras agonizaba, datos presuntamente ficcionales que hablaban de una relación homosexual de su padre con un hombre, Eric, son datos que coinciden con la vida que está llevando Millicent en su rol de directora; Millicent, a su vez, tiene los mismos rasgos que Ellen; Ellen, que sólo existe positivamente dentro de la obra teatral, es Caden haciendo de Ellen; y Caden fue Ellen, con su afán de limpieza, gran parte de su vida. Millicent, Ellen, Caden se desdibujan y conforman un uno múltiple y mutable; el que creía ser simplemente "Caden Cotard" se hace amplio, recluido en la reconstrucción del departamento de Adele que es el departamento de Adele, y descubre, mientras camina sobre las ruinas de su ciudad (la ciudad que se levantó en revuelta), a través de las palabras de su doppelgänger (que es y no es él mismo), la imposibilidad de "el verdadero ser" que había estado buscando:


Lo que antes era un apasionante, misterioso futuro, ahora está detrás de ti. Vivido, entendido, decepcionante. Te das cuenta de que no sos especial. Entraste forcejeando en la existencia, y ahora estás saliendo silenciosamente de la misma. Esta es la experiencia de todos. Cada uno. Lo específico difícilmente importa. Así que sos Adele, Hazel, Claire, Olive. Sos Ellen. Toda su precaria existencia es tuya, su soledad, su cabello pajoso y gris, sus manos ásperas y rojas. Son tuyas. Es tiempo de que lo entiendas. Caminá. Mientras las personas que te adoraban dejan de adorarte; mientras mueren, mientras siguen adelante; mientras perdés tu belleza, tu juventud, mientras el mundo te olvida, mientras comprendés tu fugacidad, mientras comenzás a perder tus características una por una; mientras comprendés que no hay nadie mirando y nunca hubo, sólo pensás en conducir – no viniendo de ningún lugar, no llegando a ningún lugar.[6]

Al final de la película, de su obra, de su vida, el protagonista, guiado por la voz de Millicent, ya incorpórea, sólo una voz en su oído que tiene trazas de autoconciencia, asiste al desmoronamiento del que fue su mundo, del que creyó su ser. Y es sólo entonces, ya deconstruido, cuando reemprende una vez más el intento de dar nombre a su creación, de intentar definir, cristalizar, brindar sentido. Pero muere. Y al contrario de lo que sostuvo en algún momento de la película, la obra, al final, no lo sobrevive: dispersos sus actores, dispersos sus seres presuntamente ficcionales tras la rebelión independizante que, suponemos, ocurrió en el teatro/ciudad, sin título y abierta en su enfoque (como su autor, el que al final perdió su autoridad y su nombre), con el que fuera Caden Cotard, la obra y el mundo desaparecen después del "muere" de la voz en el oído, se esfuman en la pantalla en blanco y clausuran el mundo de posibilidades experimentables a las 7:45[7], cuando se detiene, fijo para siempre, el reloj en la pared.


por Gad, 2009-2010



Notas:
[1] Podría cuestionarse, sin embargo, en qué medida Freud no demuele la creencia en un "yo" racional rígido para caer en una visión estructuralmente rígida del inconsciente.
[2] De hecho, la obra será, durante la película, la manera en la cual Caden Cotard intentará entender y dar sentido a su vida, y al final de la película, con el desdibujamiento de los límites entre la realidad y la ficción, pasará, literalmente, a ser su vida.
[3] Caden, efectivamente, se perderá aún más, pero las consecuencias de sus visitas al departamento de Adele, y de su contacto con Olive, adquirirán pertinencia especialmente con la performance de Millicent Weels como doppelgänger.
[4] La familia que Caden construye con Claire es una duplicación de la que tenía con Adele (siendo Ariel, "la otra hija" producto de este segundo matrimonio, una copia casi idéntica de Olive). Asimismo, Claire pasa a formar parte de la vida sentimental de Caden como reemplazo de Hazel, ante la imposibilidad de poseerla.
[5] Intertextualidad, u homenaje, más que evidente con y a "El rigor de la ciencia", de Borges.
[6] Kaufman, Charlie, Synecdoche New York. Las cursivas son mías.
[7] La misma hora en que comienza la película.

Aguirre, la ira de Dios (1972)

Aguirre, la ira de Dios (Aguirre, der Zorn Gottes)
Dirección: Werner Herzog
por Gad

En la década del 60, las ilusiones se elevan en acciones épicas que se enfrentan a los grupos armados, la incomunicación y las distancias en pos de un ideal. Las personas, guiadas por una ambición invaluable, se internan en brumas salvajes y desconocidas, afrontan el escepticismo y la traición; instauran leyes, nombran emperadores, matan disidentes y construyen balsas; incautan bienes ajenos, dudan, no ven oro por ningún lado y mueren en el intento. Estoy hablando del siglo XVI, de la conquista del Perú y, específicamente, de la búsqueda de El Dorado, por supuesto. Con la actuación genial de Klaus Kinski y su interesante estructura ósea como protagonista, en Aguirre, la ira de Dios Herzog nos presenta la historia de la locura del oro como la canalización del deseo de poder y trascendencia; de la creación de mitos legitimadores del intento y los sacrificios cometidos en función de los mismos (¿qué otra cosa es Cortés desde el discurso del ingenuo Aguirre, sino una figura hiperbólica, épica, mitológica?); de la invención del territorio a explorar, América utópica, abundante y violenta, sojuzgada, y de pronto fundamentalmente otra para ambos bandos; de la civilización y ley, otra creación en la aventura de la conquista y otro terror, también; de la barbarie, de la religión; de la persecución de lo imposible, del agotamiento más allá de cualquier límite de lo volitivo, y la muerte.  
Por si todo eso te emboló o pareció poco, baste con señalar que, como en El enigma de Kaspar Hauser, como placer estético Aguirre ya logra su cometido. Así que mirala un viernes a la tarde, y si te interesa, acompañala con La conquista de América de Todorov.

Sunset Boulevard (1950)

Sunset Boulevard
Dirección: Billy Wilder
por Gad

BETTY. I think you should throw out all that psychological stuff –exploring a killer's sick mind.
GILLIS. Psychopaths sell like hotcakes.

(BETTY. Creo que debería quitar toda la psicología – eso de explorar la mente del asesino.
GILLIS. Las historias de psicópatas venden.)

Sunset Boulevard, por supuesto, termina siendo la película de una psicópata. Pero… ¿cómo comentar todas sus genialidades en menos de trescientas palabras?
Argumentalmente, El ocaso de una estrella es lo que su nombre indica: la historia de una vieja star, de un vividor a regañadientes, de los alcances del patético amor de un ex marido y, sobre todo, de la frustración, la necesidad, y la traición; el olvido, la locura y el crimen -es decir, de la industria hollywoodense. Su presentación formal (que no se puede separar) es la vuelta de tuerca: esta película es un cruce original, genial, entre el cine mudo y el locuaz, que da lugar a una tercera forma que reflexiona sobre ambos y explota sus mejores aspectos, sobre todo a partir de las actuaciones y las gesticulaciones de Gloria Swanson y Erich Von Stroheim, dos estrellas del cine ya no comercializable (en la “realidad” y en la “ficción”; la información sobre estos personajes corresponde en gran medida con las vidas de los actores) que hacen de la película una joyita.
En blanco y negro, con muertos flotando en la piscina, buenas tomas, comentarios de carácter autorreflexivo, persecuciones en autos viejos a menos de 100 kilómetros por hora km/h e ironía por demás, ésta es una película para repetir. Y (otro recurso de la película, la hipérbole) si a eso se le suma helado en copa con salsa de chocolate, es mejor que el paraíso con huríes.

Kiss Kiss Bang Bang (2005)

Kiss Kiss Bang Bang
Dirección: Shane Black
por Gad

Harry Lockart (Robert Downey Jr.), nuestro narrador, nos deleita en esta película con sus reflexiones sobre su ocupación y las técnicas fílmicas mientras nos cuenta una historia hilarante y descabellada sobre su acceso a Hollywood, su vinculación con un crimen hiperbólico, lleno de coincidencias, casi inverosímil pero, por supuesto, muy muy lógico, su reencuentro con el deseo juvenil y, finalmente, cómo te podés convertir en un investigador privado de novelitas pulp (y enfrentar hasta la tortura, como en éstas, sin rasguño) cuando la piba que te gusta cree que sos medio detective, medio superhéroe, y te pide ayuda.
Kiss Kiss Bang Bang es buen cruce entre la comedia y el cine negro, con diálogos agudos, buenas interpretaciones, una gran dosis de humor paródico, y el mejor uso del tema “I will survive” que se vio hasta ahora en el cine. Genial la actuación de Val Kilmer, en el papel de duro detective homosexual.
Para ver un sábado a la madrugada sin demasiadas esperanzas, y repetir entusiasmado un domingo a la tarde con una bebida fresca, como limonada en vaso de trago largo con hielo picado y apenas un toque de vodka.

Midnight Cowboy (1969)

Midnight Cowboy
Dirección: John Richard Schlesinger
por Gad

Primero fueron las películas de vaqueros adorando a sus pistolas; actualmente, las emotivas películas de vaqueros adorándose las pistolas. En el medio, Jon Voight, a quien quizás recuerde de filmes como Zoolander y Tropic Thunder, o como padre de Angelina Jolie, define y redefine las expresiones "vaquero", "semental", "I want to be a part of it, New York, New York", "gigolo" y "gay" al encarnar la vida de Joe Buck, el rubio y cachetón no-cowboy que  infructuosamente trata de abrirse paso en la City de los hombres homosexuales y las mujeres viejas. Mientras tanto, Dustin Hoffman  se nos va más alto en cada estornudo en el papel de Ratso Rizzo, un hombre del subsuelo a la americana, rata de ciudad y el primero que timar al ingenuo de Joe. 
Suciedad, sudor y sordidez en esta breve mirada a la amistad de dos hombres antitéticos unidos por la marginalidad y la degradación dentro del sistema capitalista. No es un western ni son héroes (todo lo contrario). Tiene buenas tomas. Y no se va a aburrir mirándolos actuar. 
Para consumir con una sopa enlatada o vegetales congelados en invierno, y un vaso de aluminio con agua de canilla.