They Live (1988)


They Live 
Dirección: John Carpenter  
por Gad 

They live, we sleep
(We sheep!)  

Consuma. Cásese y reprodúzcase. Ríndase. Mire TV. Respete la autoridad. Obedezca. No tenga pensamiento independiente. Manténgase despierto. Consuma

En They Live el mundo está plagado de mensajes subliminales, los enemigos son diplomáticos extraterrestres provenientes de Andrómeda, Ud. es influenciado por los medios, los medios mienten, pero los gobiernos también, la resistencia está llena de hackers, y el único medio de ver la Verdad consiste en usar oscuros lentes de sol. Si es miope, también hay lentes de contacto.
Con clara estética ochentosa, esta película de Carpenter viene con piñas y fogonazos y recursos típicos del cine mainstream de la época, una Realidad develada en blanco y negro que recuerda a los monstruos de los años cincuenta, una plataforma de despegue intergaláctico aparentemente subterránea y un salvador que es un hombre común, un tal Nada desocupado, musculoso e indignado y, de paso, un rubicundo luchador canadiense (Roddy Piper).
Amena, imaginativa, con un final como el de In the Mouth of Madness que interroga al espectador, se recomienda que al ver They Live mantenga mano ibuprofenos o aspirinas, porque la Verdad produce dolor de cabeza.

Un par de notas (con spoilers)

Un par de cosas me llaman la atención sobre la película: 1) una posible comparación con Videodrome, en relación a la crítica mediática; 2) la confrontación entre la estética ochentosa y la de los años cincuenta asociada al ocultamiento o visión de la realidad.

1) Nada obliga, pero se puede comparar They Live con Videodrome de Cronenberg: ambas analizan la función y el impacto de los medios masivos de comunicación (especialmente la televisión) y presentan una crítica negativa. Videodrome explora cómo la televisión explota el deseo y la violencia (y el deseo de violencia), cómo los medios impactan en nuestra construcción y percepción de la realidad. They Live es quizás más simple, devela la enajenante presencia de mensajes subliminales en los medios. También plantea el uso de la violencia en el cine como mecanismo de ruptura. En Videodrome quienes manejan los medios son los hombres, divididos en facciones contrapuestas, con cuerpos vulnerados y rituales extraños, pero humanos al fin. En They Live la gigantesca y monopólica corporación internacional que domina los medios de comunicación masiva está controlada por extraterrestres camuflados en la Tierra, y más allá de los pocos humanos anclados en posiciones de poder que sirven al pulpo, la amenaza es externa. En Videodrome un hombre se convierte en una tironeada cassettera andante, y no podríamos decir que sea un héroe. En They Live el protagonista es un héroe que descubre la Realidad detrás de los medios usando oscuros lentes de sol.
Si Videodrome nos interpela a todos en esa especie de denuncia que realiza, en tanto todos somos interpelados y moldeados por los medios, They Live es más optimista: hay un mensaje subliminal revelable, la amenaza es externa (la humanidad es responsable en tanto receptor pasivo, dormido, pero quienes controlan los medios son mayoritariamente los extraterrestres; la influencia de los medios y la construcción de la realidad que realizan son exteriores a la construcción de los mismos: no están dadas por el formato y el mecanismo de recepción que favorecen, sino por un objeto aislable –y así, la TV puede seguir siendo TV después de su destrucción), y la liberación es posible.
Claro que la pregunta que uno podría hacer es cuán externa es la amenaza extraterrestre. Un amigo me decía que en general el extraterrestre es, en el cine, una representación “extremada” de características humanas. Y al final, en They Live, los aliens compran como los humanos, trabajan como los humanos, tienen sexo como los humanos (con humanos). Terminan siendo un espejo deformado (y cierto) de los humanos. Hay dos notas interesantes sobre esto: a) si bien los extraterrestres están infiltrados y son una amenaza, la principal amenaza es una mujer que pertenece (que está infiltrada) en la resistencia; b) la otra nota pertenece al final: el hombre se ve con claridad en ese espejo, pero no se nos dice qué descubre.

2) Hay quien dice que la apelación a la estética de los cincuenta es una “carta de amor” al cine de horror de esa década. Es posible, pero me parece que se puede interpretar más allá de eso (y de las declaraciones de Carpenter). Me da la impresión de que en esa posibilidad de liberación de la esclavitud de los medios radica el juego estético: si la amenaza, pese a estar diseminada, se plantea como aislable (presunta o ingenuamente aislable), la lectura puede hacerse en blanco y negro: la separación es realizable, y el blanco y negro acompaña ese aparente maniqueísmo con su ausencia de colores. Claro que si ver la Verdad exigiría esa reducción del espectro cromático (el ciego es el que dice la verdad, o bien, para ver hay que dejar de distraerse con el juego de colores híper-saturados que ofrece la TV), vivir con esa verdad exige una vuelta al color. O bien, la estética podría apuntar a ese cuestionamiento mencionado previamente sobre el rol del extraterrestre. Esta pregunta queda no cerrada.