They Live
Dirección: John Carpenter
por Gad
They live, we sleep
(We sheep!)
Consuma. Cásese y reprodúzcase. Ríndase. Mire
TV. Respete la autoridad. Obedezca. No tenga pensamiento independiente. Manténgase
despierto. Consuma.
En They
Live el mundo está plagado de mensajes subliminales, los enemigos son
diplomáticos extraterrestres provenientes de Andrómeda, Ud. es influenciado por
los medios, los medios mienten, pero los gobiernos también, la resistencia está
llena de hackers, y el único medio de ver la Verdad consiste en usar oscuros lentes
de sol. Si es miope, también hay lentes de contacto.
Con clara
estética ochentosa, esta película de Carpenter viene con piñas y fogonazos y recursos típicos del cine mainstream de la época, una
Realidad develada en blanco y negro que recuerda a los monstruos de los años cincuenta,
una plataforma de despegue intergaláctico aparentemente subterránea y un salvador
que es un hombre común, un tal Nada desocupado, musculoso e indignado y, de
paso, un rubicundo luchador canadiense (Roddy Piper).
Amena,
imaginativa, con un final como el de In the Mouth of Madness que interroga al
espectador, se recomienda que al ver They Live mantenga mano ibuprofenos o
aspirinas, porque la Verdad produce dolor de cabeza.
Un par de notas (con spoilers)
Un par de cosas me llaman la atención sobre la
película: 1) una posible comparación con Videodrome, en relación a la crítica
mediática; 2) la confrontación entre la estética ochentosa y la de los años cincuenta
asociada al ocultamiento o visión de la realidad.
1) Nada obliga, pero se puede comparar They
Live con Videodrome de Cronenberg: ambas analizan la función y el
impacto de los medios masivos de comunicación (especialmente la televisión) y
presentan una crítica negativa. Videodrome explora cómo la televisión
explota el deseo y la violencia (y el deseo de violencia), cómo los medios
impactan en nuestra construcción y percepción de la realidad. They Live
es quizás más simple, devela la enajenante presencia de mensajes subliminales
en los medios. También plantea el uso de la violencia en el cine como mecanismo
de ruptura. En Videodrome quienes
manejan los medios son los hombres, divididos en facciones contrapuestas, con
cuerpos vulnerados y rituales extraños, pero humanos al fin. En They Live la gigantesca y monopólica
corporación internacional que domina los medios de comunicación masiva está
controlada por extraterrestres camuflados en la Tierra, y más allá de los pocos
humanos anclados en posiciones de poder que sirven al pulpo, la amenaza es
externa. En Videodrome un hombre se
convierte en una tironeada cassettera andante, y no podríamos decir que sea un
héroe. En They Live el protagonista
es un héroe que descubre la Realidad detrás de los medios usando oscuros lentes
de sol.
Si Videodrome
nos interpela a todos en esa especie de denuncia que realiza, en tanto todos
somos interpelados y moldeados por los medios, They Live es más optimista: hay un mensaje subliminal revelable, la amenaza es externa (la humanidad es responsable en tanto receptor pasivo, dormido, pero quienes controlan los medios son mayoritariamente los extraterrestres; la influencia de los medios y la construcción de la realidad que realizan son exteriores a la construcción de los mismos: no están dadas por el formato y el mecanismo de recepción que favorecen, sino por un objeto aislable –y así, la TV puede seguir siendo TV después de su destrucción), y la liberación es posible.
Claro que la pregunta que uno podría hacer es cuán
externa es la amenaza extraterrestre. Un amigo me decía que en general el
extraterrestre es, en el cine, una representación “extremada” de características
humanas. Y al final, en They Live, los
aliens compran como los humanos, trabajan como los humanos, tienen sexo como los
humanos (con humanos). Terminan siendo un espejo deformado (y cierto) de los
humanos. Hay dos notas interesantes sobre esto: a) si bien los extraterrestres
están infiltrados y son una amenaza, la principal amenaza es una mujer que
pertenece (que está infiltrada) en la resistencia; b) la otra nota pertenece al
final: el hombre se ve con claridad en ese espejo, pero no se nos dice qué
descubre.
2) Hay quien dice que la apelación a la estética
de los cincuenta es una “carta de amor” al cine de horror de esa década. Es
posible, pero me parece que se puede interpretar más allá de eso (y de las
declaraciones de Carpenter). Me da la impresión de que en esa posibilidad de
liberación de la esclavitud de los medios radica el juego estético: si la amenaza,
pese a estar diseminada, se plantea como aislable (presunta o ingenuamente
aislable), la lectura puede hacerse en blanco y negro: la separación es
realizable, y el blanco y negro acompaña ese aparente maniqueísmo con su
ausencia de colores. Claro que si ver la Verdad exigiría esa reducción del
espectro cromático (el ciego es el que dice la verdad, o bien, para ver hay que
dejar de distraerse con el juego de colores híper-saturados que ofrece la TV),
vivir con esa verdad exige una vuelta al color. O bien, la estética podría
apuntar a ese cuestionamiento mencionado previamente sobre el rol del
extraterrestre. Esta pregunta queda no cerrada.