Dirección: Werner Herzog
por Gad
En la década del 60, las ilusiones se elevan en acciones épicas que se enfrentan a los grupos armados, la incomunicación y las distancias en pos de un ideal. Las personas, guiadas por una ambición invaluable, se internan en brumas salvajes y desconocidas, afrontan el escepticismo y la traición; instauran leyes, nombran emperadores, matan disidentes y construyen balsas; incautan bienes ajenos, dudan, no ven oro por ningún lado y mueren en el intento. Estoy hablando del siglo XVI, de la conquista del Perú y, específicamente, de la búsqueda de El Dorado, por supuesto. Con la actuación genial de Klaus Kinski y su interesante estructura ósea como protagonista, en Aguirre, la ira de Dios Herzog nos presenta la historia de la locura del oro como la canalización del deseo de poder y trascendencia; de la creación de mitos legitimadores del intento y los sacrificios cometidos en función de los mismos (¿qué otra cosa es Cortés desde el discurso del ingenuo Aguirre, sino una figura hiperbólica, épica, mitológica?); de la invención del territorio a explorar, América utópica, abundante y violenta, sojuzgada, y de pronto fundamentalmente otra para ambos bandos; de la civilización y ley, otra creación en la aventura de la conquista y otro terror, también; de la barbarie, de la religión; de la persecución de lo imposible, del agotamiento más allá de cualquier límite de lo volitivo, y la muerte.
Por si todo eso te emboló o pareció poco, baste con señalar que, como en El enigma de Kaspar Hauser, como placer estético Aguirre ya logra su cometido. Así que mirala un viernes a la tarde, y si te interesa, acompañala con La conquista de América de Todorov.